sábado, 21 de diciembre de 2013

La tarta, versión 2

Bueno gente, después de tanto tiempo sin publicar se podría decir que he vuelto para quedarme y publicar cuando pueda. Puedo decir que me ha ido bien en el primer trimestre exceptuando una materia que espero que ya esté aprovada *cruza los dedos*.

Buento, también quería deciros que estas navidades intentaré publicar diariamente. No garantizo nada, pero es un objetivo que me gustaría cumplir, ¿creeis que lo conseguiré?

¿Os acordáis del segundo relato que publiqué, el de la tarta? Pues hace poco lo leí y me di cuenta de los fallos que tenía respecto a persona y tiempo así que decidí volver a escribirlo, a ver qué os parece :3

LA TARTA
La cálida luz del horno inundaba la cocina dándole un aire mágico y relajado a cada objeto que había en ella. Si te acercabas un poco podías ver como la tarta se elevaba lentamente en el molde gracias a la levadura y como poco a poco la manzana se iba deshaciendo llenando la casa con su característico olor.


En frente de éste se encontraba un pequeño niño que no superaba los tres años y medio, el cual se apoyaba en el cristal del horno. Su rostro, iluminado por la luz del electrodoméstico parecía más niño de lo habitual y le daba un toque coqueto. Admirado, con los ojos atentamente fijados en la tarta veía cómo subía y  aumentaba de tamaño poco a poco.


Cuando llegué a su lado me miró con su característica sonrisa pintada en su cara, esa que le creaba unos pequeños hoyuelos en cada moflete y que te entraban ganas de comértelo a besos. Me observó con sus ojos verdes y caminó lentamente hacia mí. Lo cogí en brazos y lo senté en su silla con torpeza.


Cuando creí que la tarta estaba hecha la saqué del horno y la dejé en la encimera para que se enfriara. Mientras tanto el pequeño reía a carcajadas por las cosquillas que le hacía su padre, exhausto por el día de trabajo.


Con un agradable beso en la mejilla y un “hola” se fue de la habitación a descansar. Últimamente solía trabajar hasta tarde y era el primer día que volvía pronto. A pesar de mis esfuerzos por intentar ocultar mi alegría por ello no pude y sonreí durante el resto del día.

- ¿Tienes ganas de comer tarta? – le pregunté al crio con cariño.

- Sí – me contestó con una graciosa sonrisa

-Pues toma –le dije tendiéndole un trozo bien grande de esta – Espera un poco a que se enfríe algo más no vaya a ser que te quemes.
La sonrisa que se dibujó en su rostro cuando dejé el plato con la tarta delante de él fue inolvidable; parecía feliz de verdad. Cuando se enfrió devoró la tarta saboreándola con cada mordisco, como si fuera a ser la última vez que la fuera a tomar. Ése día todos parecíamos felices, incluso por el mero hecho de poder comer una simple tarta; aunque en realidad me esforcé como nunca en intentar que supiera lo mejor posible. Y mereció la pena.


Y ahora estoy viendo lo mismo. El mismo chico sentado en frente del horno mirando con admiración como sube la tarta, con esos característicos ojos verdes. Me acerco como aquel día a él y esta vez lo abrazo.

-          Te he echado de menos – le susurro intentando aguantar las lágrimas.

-          Y yo a ti. –me dice abrazándome más fuerte.

-          Creo que esto ya está.

Sacamos los dos con cuidado la tarta del horno y la dejamos en el jardín para que se enfríe rápidamente, no sé si podremos aguantar mucho más sin comerla con el olor a manzana en el ambiente.

-          Todo esto me recuerda a ese día de invierno. –me dice con la misma sonrisa, con esos mismos hoyuelos que se le creaban cuando era pequeño.

Es verdad que ha crecido notablemente, que su espalda se ha anchado y que ahora ya no le puedo llevar en brazos, sino que él me tiene que llevar en ellos; pero sigue siendo mi bebé.

-          Todavía te acuerdas –le digo secándome las lágrimas y sonándome los mocos con un pañuelo.

-          Sí, todavía me acuerdo de aquél día.

-          Qué recuerdos aquellos; pero… ¿Al final te vas a quedar? – le pregunto mientras se me forma un nudo en el estómago.

-          Creo que no. Pienso acepar el trabajo. – me dice después de unos segundos que se me hacen eternos.

-          Pero… Salían dentro de poco, ¿no?

-          - S-sí… Mañana. –me dice apartando la mirada.

-          ¿Y cuándo me lo pensabas decir? – le digo apenada.

-          Yo…

-          -Pero prométeme que volverás. –decido decir aguantando las lágrimas que amenazan con desbordarse de nuevo por mis mejillas

-          Te lo prometo. – me dice antes de darme un beso en la frente.
Aquella primera parte de la tarde fue incómoda, todo lo contrario a aquella anterior. El ambiente a pesar de oler a manzana estaba cargado. El silencio que perduró pese a sus muchos intentos por romper el hielo tampoco ayudaba mucho en la tarea de hacerlo más ligero.
Cuando estaba anocheciendo me acuerdo que decidimos sacar todas las fotos que tenía guardadas de cuando era pequeño. La verdad es que estuvimos un agradable rato viéndolas todas, recordando viejos momentos, olvidándonos de la realidad…
Cuando llegó la hora despedirse milagrosamente pude reprimirme las ganas de llorar; pero cuando volví la cocina y vi todas las fotos sobre la mesa no pude evitarlo. Las lágrimas salían solas de mis ojos sin control. El llanto no tardó en llegar. En aquellas fotos se le veía tan sonriente, tan feliz…
Creo que nunca he llorado tanto en toda mi vida. En aquel momento no podía entender por qué él, justamente él se tenía que ir a la guerra a luchar. Después de lo de mi marido… No quería que él también se fuera. Pero no veía que era la única opción que tenía.
Pero el día que volvió, después de tanto tiempo fue feliz de nuevo. Aquel día le recibí con una enorme tarta de manzana entre mis manos y una anchísima sonrisa en mi rostro. Cuando me prometió que se iba a quedar para siempre fui la alegría se apoderó de mí después de tanto tiempo.

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